viernes, 2 de junio de 2017
CAPITULO 19
Cuando Paula vio lo que habían hecho con los nogales de su abuela se echó a llorar. Suponía que quienquiera que hubiera cometido aquella atrocidad, pensaba que había hecho bien al dejar algunos nogales en pie alrededor del
solar sobre el que pretendían levantar el edificio. Pero el centro, allí donde Paula recordaba haber comido tantas veces con su abuela, estaba completamente liso.
—¿Pero quién ha podido hacer una cosa así? —susurró.
—No lo sé —contestó Clara, aunque Paula había hablado casi para sí misma—. Paula, ¿de verdad no sabías nada de esto?
Paula negó con la cabeza, completamente desconcertada por lo que estaba viendo.
—Nada.
Estaban las dos sentadas en el coche de Clara, justo al lado de la entrada de la obra que habían iniciado en el antiguo bosquecillo de nogales. Paula le había suplicado a su amiga que la llevara hasta allí para asegurarse de que lo que le estaba diciendo era cierto. Y Eva no parecía estar echando en absoluto de menos la clase de ballet.
—Pero tú vendiste el terreno...
Paula volvió bruscamente la cabeza para mirar a su amiga.
—Yo no he vendido nada, Clara. Lo heredé. Tengo una fotocopia del testamento de mi abuela diciendo que es mío. Jamás lo habría vendido.
Clara se quedó boquiabierta.
—¿Entonces te lo han robado?
Ambas oyeron entonces decir a Eva desde el asiento de atrás:
—¿Qué han robado? ¿Han robado galletas? Seguro que ha sido Courtney Foster. Es una niña muy mala, así que seguro que también es una ladrona.
Paula, cuyas lágrimas de tristeza habían comenzado a secarse para convertirse en un nudo de furia, rió nerviosa.
—No lo sé, Eva —tragó con fuerza y miró a través del parabrisas a los obreros que estaban destrozando como termitas un lugar tan querido para ella.
Abrió la puerta y agarró el bastón de su abuela.
—Pero voy a averiguarlo ahora mismo.
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