sábado, 10 de junio de 2017

EPILOGO




Tartas de Nueces Paulina abrió sus puertas en septiembre.


Después de probar sus dulces, las primeras clientas, miembros todas del club de bridge de Sylvie Sottlemyer, decidieron celebrar la fiesta anual de Navidad en uno de los salones del local. Reservaron el salón, comieron un poco más y después hicieron saber en el pueblo que el local de Paula era divino.


Cuando no pedían la famosa tarta de nueces Paulina o la tarta de melocotón de Minnie, los clientes disfrutaban de las deliciosas comidas caseras que se encargaban de preparar las dos cocineras: Minnie y Juana Alfonso. Los obreros de la fábrica de ensamblaje de la ciudad tenían una especial predilección por el pastel de carne, del cual hablaban a todo aquel que estaba dispuesto a escuchar.


Los rumores continuaban circulando en otoño, volaban con la misma rapidez que las hojas que el viento arrancaba a los árboles.


Sí, señor, y en poco tiempo, no hubo nadie en el condado que no supiera que Tartas Paulina era un lugar digno de confianza.


Como inversora, Juana hacía todo lo posible por asegurarse de que los clientes volvieran, así que se esforzaban para que cada comida supiera tan bien como las que preparaba en su propia casa, algunas, mejor incluso.


Mona Harding, que era la que más dinero se jugaba, era la encargada de que el negocio resultara agradable a sus clientes. Especialmente, a la población masculina. Así, todas las camareras del establecimiento eran jóvenes, alegres y bien dotadas.


En cuanto a la copropietaria, la nieta de la mujer que daba nombre al establecimiento, apenas tenía trabajo con la contabilidad diaria de la empresa. Y afortunadamente, porque estaba demasiado ocupada atendiendo la asesoría fiscal que tenían en el piso de arriba.


Por no hablar de la boda que estaba planeando con el que meses atrás era el soltero más codiciado de Joyful, Georgia.





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